RUDE GOLEMS: LA HISTORIA
En el ocaso de la era del Génesis, en los albores del fin de la creación, en un tiempo oscuro y desconocido, Giblatön rugía con el poder demoledor de sus habitantes. Forjados en las entrañas de la tierra con el poder del todopoderoso creador y gestados en el hirviente vientre del interior del Monte Lamaintula, aquellas criaturas perturbaban el silencio del lugar. Minerales, roca y extraños materiales solo allí conocidos dieron forma a enormes seres con la innata virtud de crear caos y destrucción allá donde morasen, golems se hacían llamar. Rude Golems.
GIBLATÖN: EL ORIGEN
En los confines de la pentagalaxia Solana, en su vórtice más oscuro e inexplorado, tras el choque de dos grandes estrellas surgió un pequeño e inerte planeta. Ocho soles y ocho lunas brindaban luz y oscuridad a Giblatön, un territorio todo él inhóspito y perturbador. Su atmósfera era densa y parecía vibrar al son de la multitud de volcanes que con su rugir teñían el ambiente de coloridas emanaciones gaseosas y materiales incandescentes. Era un lugar extraño, diferente, carente de vida, y sin embargo mágico, a pesar de su aparente escasa gravedad en la que las rocas parecían querer flotar, una fuerza interior, desde hacía millones de años, quería atrapar algo...
GIBLON: GENESIS
Ocho soles, ocho lunas, ocho eclipses… Un hecho único y pertubador, una llamada. En el punto más alto del Monte Lamaintula ocho runas que permanecían ocultas en grandes rocas graníticas empezaron a brillar con fuerza. Un canto silencioso de color intenso empezó a teñir de luz aquella montaña, era un canto de atracción, hipnótica y poderosa atracción. La luz de la montaña contrastaba con la perpetua oscuridad de la eclipsada noche, hasta que de repente una pequeña luz apareció en el espacio, un fragmento interestelar arropado por un aura brillante y majestuosa que viajaba velozmente hacia Giblatön.
Y por fin, con un estruendo que retumbó por todo el planeta, ambas luces se fusionaron. Sería difícil decir si el ser que ahora coronaba el Monte Lamaintula había nacido de las entrañas de la tierra o procedía de los confines del universo, ni él mismo lo sabía, pero ahí estaba. Las runas ahora iluminaban el lugar con más fuerza, era el mágico anuncio de un nacimiento. Giblon había nacido y una nueva era empezaba ante sus pies…
DIOSES: EL INICIO
Giblon, el Golem Creador, ya hacía muchos años (miles, quizás millones) que deambulaba por su inerte planeta, su existencia solitaria no era una labor sencilla, su Orbe Galáctico era su guía y su oráculo, y su misión hacer de Giblatön un planeta vivo y poderoso dentro de Solana.
Durante mucho tiempo había intentado sembrar el germen de la vida, poner orden en el espacio y en la física de su planeta, en sus elementos, su materia, pero a pesar de su extremo poder era una labor dantesca, algo que ahora sabía que debía hacer en compañía.
Su orbe le había marcado un acontecimiento, un día que sería noche, una noche que sería luz, una luz que sería creación. Una vez más, los ocho soles se vieron eclipsados y las ocho runas volvieron a brillar, Giblon alzó su orbe y tras una explosión de luz la oscuridad se hizo perpetua.
Siete rocas con sus siete runas se habían transformado. Cada una de estas había dado lugar a un golem, un Dios. Excepto la más grande de todas, que engendró a tres Dioses en un mismo lugar. Estos tres parecían compartir algún tipo de energía, algo en su naturaleza los hacía similares.
Mientras los rayos de sol comenzaban a brillar inundando de claridad el lugar, Giblon pareció esbozar un gesto de satisfacción, sus nueve dioses culminarían su misión y el trabajo empezaba en aquel mismo instante. En total, serían 10,todos ellos, los Dioses que conformarían la asamblea divina de Giblatön.
LA VISIÓN
Giblatön era ahora un lugar muy diferente, el planeta originario se había transformado. Inmensos bosques cubrían el terreno, y sus enormes árboles cobijaban una fauna abundante, el agua que manaba de las montañas formaba serpenteantes ríos de aguas cristalinas y el sonido de la vida brotaba con armonía desde cualquier lugar del planeta. El gran monte de Lamaintula, majestuoso como siempre, seguía dominando el lugar, y en su punto más alto las enormes siluetas de los diez dioses parecían esbozar un peculiar macizo rocoso. Giblon había creado a sus nueve dioses con una misión, con un cometido, cada uno debía ejecutarlo con esfuerzo y rigor, y viendo en lo que se había convertido aquel planeta habían cumplido su objetivo.
Sin embargo quizás todo aquel trabajo podía verse amenazado y la preocupación de Giblon, el dios de dioses, era evidente. Su poderoso Orbe Galáctico le había transmitido una visión profética, una amenaza. Giblatön estaba en peligro, algo terrible iba a suceder. Pudo observar una especie de... ¿guerra?
Veía muchos golems, pero también observaba otro tipo de criaturas aparentemente feroces.
VIRTUDES INNATAS
En su búsqueda por proteger Giblatön, el Dios Creador extrajo de su Orbe Galáctico 3 Virtudes Innatas, cada una de ellas creada con el único propósito de cubrir un aspecto esencial en la batalla. Cada una de estas 3 Virtudes Innatas proporcionaba a su poseedor unas facultades sobrenaturales y potenciaba sus habilidades. Poder Aniquilador, Defensa Inquebrantable e Inteligencia Suprema fueron las virtudes entregadas a los dioses de la guerra: Golowar, Tarblok y Tsatsako, respectivamente. Las virtudes se integraron directamente en los genes de estos tres dioses. Todo su poder circulaba por su interior, formaba parte de su naturaleza. Entre ellos tenían una sinergia perfecta. La guerra era su máximo cometido. Y lo más importante... estas Virtudes Innatas eran heredables.
LOS 10 DIOSES GOLEM
GIBLON, DIOS CREADOR:
Giblon, el Golem Creador fue el primer golem en existir, el creador de todo. Era una enorme y majestuosa bestia con un poder y un conocimiento sin precedentes.
El Orbe Galáctico que poseía, tenía control sobre el tiempo y la vida. Conocía el pasado y podía observar el futuro a través de él.
Después de millones de años solo en el Monte Lamaintula, tuvo una visión aterradora a través de su orbe. Algo terrible iba a ocurrir en un futuro próximo. Sabía que tenía que hacer algo para preservar el estado de las cosas. Por eso decidió finalmente utilizar el poder del orbe para crear a los otros dioses que le ayudarían a gobernar el planeta y su futuro. Cada uno de ellos fue creado con su propio propósito y poder, pero todos eran extremadamente poderosos.
DEMANTUR, DIOS DE DIAMANTE:
Demantur, el Dios de Diamante, es uno de los dioses creados dentro del Monte Lamaintula utilizando el poder del Orbe Galáctico. Su cuerpo estaba formado enteramente por diamante puro. Su espada, 'Gobl's Edge', convertía todo lo que tocaba en diamante, perforándolo y haciéndolo estallar en mil cristales. Era un golem robusto, pesado e irrompible. Demantur creó grandes mazmorras de diamante, donde vivirían los gólems, protegidos por muros abismales y torres que sellaban el territorio de los gólems. Ningún golem se atrevía a mirarle a los ojos, ya que se decía que su cuerpo se convertiría en un sólido bloque de diamante para siempre.
LEVIATON, DIOS GRAVITACIONAL:
Todo su cuerpo estaba compuesto por las rocas gravitacionales que rodeaban el planeta de Giblatön. El campo gravitatorio que posee este Dios le permite reconstruir su cuerpo en cualquier circunstancia. Podía aumentar su tamaño atrayendo rocas y podía expulsarlas fuera de su cuerpo si necesitaba reducirlo. Nadie se atreve a acercarse a él, se puede sentir su enorme poder gravitatorio desde grandes distancias. Si te acercas a Leviaton, probablemente acabarás separado en un millón de pedazos.
KHAOS, DIOS DE FUEGO:
Khaos fue creado a partir de rocas de las Ascuas Eternas sumergidas bajo la lava del Monte Lamaintula. Todo su cuerpo estaba envuelto en una llama que nunca se extinguiría, y ardía a temperaturas que ningún otro gólem podía soportar. Era el encargado de vigilar el acceso al Monte, donde se reunían los dioses. Si se despertaba su ira, con su enorme hacha de acero Golemita, abría enormes brechas en el suelo.
NYGHTUM, DIOS DEL CIELO:
Fuertes fuerzas eléctricas y gases tóxicos forman su cuerpo, dotándolo del poder suficiente para cambiar la meteorología de Giblatön. Como Dios de los Cielos, Nyghtum es capaz de transformarse físicamente en el cielo y en el propio clima, llegando incluso a ser masivo en su tamaño físico. Ser inmune a toda forma de daño físico le hace casi invencible. También es muy rudo.
ROOTON, DIOS DE LA NATURALEZA:
Rooton es el dios encargado de crear y proteger la flora y la fauna de Giblatön. Está formado por ramas de árboles milenarios. Su cuerpo sirve de hogar para las diversas criaturas presentes en el planeta de los Golems. Con el Bastón de la Vida, es capaz de cambiar el entorno, volver a dar vida a la flora muerta y, cuando se vuelve loco, incluso drenar los espíritus de los demás. Es el más grande en tamaño de todos los Dioses, no le gusta hablar mucho y te enjaulará en un muro de gruesas ramas y pinchos para siempre si te atreves a molestarle.
G7-XSOL, DIOS DE OTRO MUNDO:
Una bola de fuego impactó a gran velocidad contra Giblatön hace muchos, muchos años. Era una enorme nave espacial de otro universo. Esta gran nave estaba construida con materiales galácticos que parecían tener cualidades especiales y una dureza increíble. Sólo el Dios Creador pudo observar este acontecimiento, y en su búsqueda por crear otros dioses, decidió utilizar los restos de esta gran nave para dar vida al séptimo Dios.
G-7 XSOL era un golem mecanizado, diferente a todos los demás. Tiene propulsores por todo su cuerpo que le permiten desplazarse por el aire a grandes velocidades. Sus sistemas hidráulicos alimentados con material radiactivo le permitían transportar grandes pesos y volar sin ninguna dificultad, además es muy difícil de dañar, su armadura es extremadamente resistente. Un golem mecánico de otro universo. Curioso, ¿no?
GOLOWAR, DIOS DE ATAQUE:
Dentro de este Dios sólo hay guerra. Ha nacido para la batalla. La enorme espada que sostiene no sólo sirve para rebanar el cuello de sus enemigos, sino que le da un implacable instinto de guerra. Golowar tiene una velocidad sobrenatural que le permite moverse con rapidez y fuerza, es mucho más ágil que cualquier otro. La fuerza que le da su espada le convierte en una máquina de matar. Es un maestro del combate cuerpo a cuerpo. Le encanta aniquilar, destruir, la ira forma parte de él. No importa lo que se ponga delante de él, puede acabar con su vida al instante. Es el poseedor del Poder Aniquilador.
TARBLOK, DIOS DE DEFENSA:
Este dios tiene facultades especiales para proteger a Giblatön, fue creado para ello. Su gigantesco tamaño lo convierte en un muro que nadie puede superar. Es pesado y se mueve con pasos firmes, sus movimientos son lentos pero contundentes, es prácticamente imposible sorprenderlo. En su mano derecha, maneja un gran escudo de acero de golem. En su mano izquierda, amenaza con el Mazo de Blok. Con esta temible combinación, por cada golpe que recibe, más duro se vuelve. Nadie se atreve a enfrentarse a él, es muy duro. Es el poseedor de la Defensa Inquebrantable.
TSATSAKO, DIOS DE ESTRATEGIA:
Las ondas psíquicas que fluyen a través de la Esfera del Más Allá que posee le dan a este Dios un control total sobre la mente. La Inteligencia Suprema que posee le permite ir mucho más allá que todos los demás gólems. Tiene poderes extrasensoriales que le permiten detectar la posición de cada elemento que se mueve en el planeta. Sus poderes le convierten en un arma perfecta para organizar un buen ataque y plantear una sólida defensa. Conoce todos los movimientos posibles, las ventajas de cada arma y los puntos fuertes de todos los escudos. Es el estratega perfecto. Es el poseedor de la Inteligencia Suprema.
8888 GOLEMS: NUEVA ERA
Ocho soles, ocho lunas, ocho runas y diez dioses originarios… el germen del ejército de Golems que poblaría Giblatön había nacido y como si de un potente horno se tratase el gran volcán de Lamaintula rugía con más fuerza que nunca. Tarblok, Golowar y Tsatsako, los tres dioses de la guerra inyectaban su poder de creación en él y el Dios de dioses, Giblon se preparaba para comenzar a forjar a sus guerreros.
Nacidos de las entrañas de la tierra, mezcla de minerales, roca y elementos dispares los Golems fueron emergiendo. Portador cada uno de ellos de uno de los atributos de sus creadores. Fue una labor extenuante pero los nacidos para la batalla ya estaban fuera, 8888 Golems poblaban ahora Giblatön, las criaturas más poderosas y rudas del universo y desde luego aquel planeta nunca volvería a ser el mismo. Por primera vez, todo gritaron al son de ¡GRRRR!
ORBES DE PODER
“El momento ha llegado”, gritó Giblon mientras alzaba su orbe. Los tres Dioses de la Guerra lo miraron hipnóticos. El orbe de la creación tenía una luz brillante, viva, una luz que parecía crecer a cada instante. Los tres dioses de la guerra empezaron a invocar sus poderes mientras alzaban su mirada al cielo “Orbe de la creación! Eterna esencia del infinito, manifiesta tu poder, tu magia, para que la fuerza de estos tres Dioses forjen las orbes de la Guerra”. Giblon recitaba estas palabras poseído. Como si fuese un gran rayo en la más monstruosa de las tormentas un continuo chorro de luz descendió del cielo hasta ser absorbido por la ahora incandescente orbe, los tres dioses levantaron sus manos..
El poder desatado en lo alto del Monte Lamaintula era enorme, hacía mucho, mucho tiempo que no se veía nada parecido. Una explosión de luz anunció el éxito de aquella ceremonia, una luz poderosa y brillante como la del mismo sol, y después llegó la oscuridad, el silencio. Los cuatro golems empezaron a recuperar el aliento, aquel ritual, por un momento, había consumido toda su energía. Los tres dioses de la guerra bajaron sus brazos cobijando cada uno de ellos una luz, una mágica y centelleante esencia, un orbe de orbes. Giblon estaba satisfecho, Giblatön estaba ahora preparado para acometer la más feroces de las guerras.
PODER ANIQUILADOR:
Golowar empezó a descender Lamaintula mientras la multitud de Golems lo miraban desde abajo, sus manos brillaban iluminadas por el orbe recién creado y la poderosa esencia parecía ya empezar a buscar a los elegidos. En unos instantes solo algunos privilegiados serían poseedores del Orbe del Poder Aniquilador, un poder deseado por cualquier guerrero que lo haría más feroz, más rápido y mucho más mortal en la batalla. Golowar terminó su descenso, alzó el orbe y gritó: “Guerreros, ¡aquí está la esencia del ataque, del poder aniquilador! Que los orbes sean entregados a sus legítimos poseedores” Como mecido por la brisa el orbe se elevó escapando de las manos de Golowar y aumentando su luz se situó encima de los miles de Golems que lo miraban perplejos. Un estruendo se escuchó y la luz se quebró en cientos de fragmentos que como flechas de fuego impactaron en los Golems elegidos. La suerte estaba echada…
DEFENSA INQUEBRANTABLE:
Tarblok descendía Lamaintula observando el espectáculo, los orbes del Poder Aniquilador habían sido entregados y el bullicio era ensordecedor, la euforia de los elegidos era aun más sonora y el aura que ahora los rodeaba destacaba sobre el resto de Golems. Situándose junto a Golowar, Tarblok levantó su Orbe mientras su luz se intensificaba, en ese momento la multitud guardó silencio, un silencio absoluto. “Golems! GRRRR! Aquí tenéis la esencia de la Defensa, el orbe de la Defensa Inquebrantable! Honrados seréis por vuestra virtud y en una infranqueable fortaleza os convertiréis. Abandona mis manos y busca a los elegidos! GRRR!”.
El brillo del Orbe, que ya flotaba mágicamente, se intensificó, esta vez no hubo ningun sonido ensordecedor, ni estruendo, solo silencio, silencio y luz, una luz cegadora y brillante como el mismo sol que solo se disipó penetrando en cada uno de los Golems que ahora portaban el segundo gran poder. Ya solo faltaba uno…
INTELIGENCIA SUPREMA:
Tsatsako era un Dios diferente, anticiparse a los demás era su seña de identidad, descifrar la fórmula espacio-tiempo que otorgara la ventaja frente a su enemigo su razón de ser. “Inesperado” era un adjetivo que lo definía a la perfección y esta vez no sería diferente. Cuando los Golems empezaron a calmarse después de la entrega del segundo orbe, empezaron a intentar atisbar al Dios, todos se esforzaban en adivinar la posición de Tsatsako en su descenso por la colina, la luz de su orbe, pero nadie vio nada. Golowar y Tarblok se miraban con sorpresa. ¿Dónde estaba?.
“Buscad la sombra en la oscuridad! Brillad en la intensidad de la luz!” Tsatsako gritó y todos los Golems se giraron, el Dios se había situado sigilosamente en la retaguardia de toda la multitud. “Convertid la sorpresa en virtud”, continuó, mientras alzaba su apagado orbe que comenzó a brillar con intensidad. “Aquí esta el Orbe de la Suprema Inteligencia, aquel que os mostrara el camino de la victoria antes de comenzar la batalla, aquel que guiará al ejército más temido, aquel que solo recibirán los merecedores de su poder…”.
De repente el orbe se apagó y, como una manada de astutos lobos, se disgregó moviéndose entre la multitud como una sombra silenciosa, sesgada y veloz. Finalmente alcanzó a los elegidos y estos resplandecieron. Giblon, desde lo alto de Lamaintula, disfrutaba el momento y se regocijaba de lo que sus ojos veían, los tres Orbes habían sido entregados y la multitud de Golems que ahora lo aclamaba sin duda se había convertido en el ejército más temido de cuantos poblaban la galaxia, la pregunta ahora era: ¿Sería suficiente?.
RUDE GOLEMS: LA HISTORIA
En el ocaso de la era del Génesis, en los albores del fin de la creación, en un tiempo oscuro y desconocido, Giblatön rugía
con el poder demoledor de sus habitantes. Forjados en las entrañas de la tierra con el poder del todopoderoso creador y
gestados en el hirviente vientre del interior del Monte Lamaintula, aquellas criaturas perturbaban el silencio del lugar.
Minerales, roca y extraños materiales solo allí conocidos dieron forma a enormes seres con la innata virtud de crear caos
y destrucción allá donde morasen, golems se hacían llamar. Rude Golems.
GIBLATÖN: EL ORIGEN
En los confines de la pentagalaxia Solana, en su vórtice más oscuro e inexplorado, tras el choque de dos grandes estrellas
surgió un pequeño e inerte planeta. Ocho soles y ocho lunas brindaban luz y oscuridad a Giblatön, un territorio todo él
inhóspito y perturbador. Su atmósfera era densa y parecía vibrar al son de la multitud de volcanes que con su rugir teñían
el ambiente de coloridas emanaciones gaseosas y materiales incandescentes. Era un lugar extraño, diferente, carente de vida,
y sin embargo mágico, a pesar de su aparente escasa gravedad en la que las rocas parecían querer flotar, una fuerza interior,
desde hacía millones de años, quería atrapar algo...
GIBLON: GENESIS
Ocho soles, ocho lunas, ocho eclipses… Un hecho único y pertubador, una llamada. En el punto más alto del Monte Lamaintula
ocho runas que permanecían ocultas en grandes rocas graníticas empezaron a brillar con fuerza. Un canto silencioso de color
intenso empezó a teñir de luz aquella montaña, era un canto de atracción, hipnótica y poderosa atracción. La luz de la montaña
contrastaba con la perpetua oscuridad de la eclipsada noche, hasta que de repente una pequeña luz apareció en el espacio, un
fragmento interestelar arropado por un aura brillante y majestuosa que viajaba velozmente hacia Giblatön.
Y por fin, con un estruendo que retumbó por todo el planeta, ambas luces se fusionaron. Sería difícil decir si el ser que
ahora coronaba el Monte Lamaintula había nacido de las entrañas de la tierra o procedía de los confines del universo, ni él
mismo lo sabía, pero ahí estaba. Las runas ahora iluminaban el lugar con más fuerza, era el mágico anuncio de un nacimiento.
Giblon había nacido y una nueva era empezaba ante sus pies…
DIOSES: EL INICIO
Giblon, el Golem Creador, ya hacía muchos años (miles, quizás millones) que deambulaba por su inerte planeta, su existencia
solitaria no era una labor sencilla, su Orbe Galáctico era su guía y su oráculo, y su misión hacer de Giblatön un planeta vivo
y poderoso dentro de Solana.
Durante mucho tiempo había intentado sembrar el germen de la vida, poner orden en el espacio y en la física de su planeta, en
sus elementos, su materia, pero a pesar de su extremo poder era una labor dantesca, algo que ahora sabía que debía hacer en
compañía.
Su orbe le había marcado un acontecimiento, un día que sería noche, una noche que sería luz, una luz que sería creación. Una
vez más, los ocho soles se vieron eclipsados y las ocho runas volvieron a brillar, Giblon alzó su orbe y tras una explosión de
luz la oscuridad se hizo perpetua. Siete rocas con sus siete runas se habían transformado. Cada una de estas había dado lugar
a un golem, un Dios. Excepto la más grande de todas, que engendró a tres Dioses en un mismo lugar. Estos tres parecían
compartir algún tipo de energía, algo en su naturaleza los hacía similares.
Mientras los rayos de sol comenzaban a brillar inundando de claridad el lugar, Giblon pareció esbozar un gesto de satisfacción,
sus nueve dioses culminarían su misión y el trabajo empezaba en aquel mismo instante. En total, serían 10,todos ellos, los
Dioses que conformarían la asamblea divina de Giblatön.
LA VISIÓN
Giblatön era ahora un lugar muy diferente, el planeta originario se había transformado. Inmensos bosques cubrían el terreno,
y sus enormes árboles cobijaban una fauna abundante, el agua que manaba de las montañas formaba serpenteantes ríos de aguas
cristalinas y el sonido de la vida brotaba con armonía desde cualquier lugar del planeta. El gran monte de Lamaintula,
majestuoso como siempre, seguía dominando el lugar, y en su punto más alto las enormes siluetas de los diez dioses parecían
esbozar un peculiar macizo rocoso. Giblon había creado a sus nueve dioses con una misión, con un cometido, cada uno debía
ejecutarlo con esfuerzo y rigor, y viendo en lo que se había convertido aquel planeta habían cumplido su objetivo.
Sin embargo quizás todo aquel trabajo podía verse amenazado y la preocupación de Giblon, el dios de dioses, era evidente.
Su poderoso Orbe Galáctico le había transmitido una visión profética, una amenaza. Giblatön estaba en peligro, algo terrible
iba a suceder. Pudo observar una especie de... ¿guerra?
Veía muchos golems, pero también observaba otro tipo de criaturas aparentemente feroces.
VIRTUDES INNATAS
En su búsqueda por proteger Giblatön, el Dios Creador extrajo de su Orbe Galáctico 3 Virtudes Innatas, cada una de ellas
creada con el único propósito de cubrir un aspecto esencial en la batalla. Cada una de estas 3 Virtudes Innatas proporcionaba
a su poseedor unas facultades sobrenaturales y potenciaba sus habilidades. Poder Aniquilador, Defensa Inquebrantable e
Inteligencia Suprema fueron las virtudes entregadas a los dioses de la guerra: Golowar, Tarblok y Tsatsako, respectivamente.
Las virtudes se integraron directamente en los genes de estos tres dioses. Todo su poder circulaba por su interior,
formaba parte de su naturaleza. Entre ellos tenían una sinergia perfecta. La guerra era su máximo cometido. Y lo más
importante... estas Virtudes Innatas eran heredables.
LOS 10 DIOSES GOLEM
GIBLON, DIOS CREADOR:
Giblon, el Golem Creador fue el primer golem en existir, el creador de todo. Era una enorme y majestuosa bestia con un poder
y un conocimiento sin precedentes. El Orbe Galáctico que poseía, tenía control sobre el tiempo y la vida. Conocía el pasado
y podía observar el futuro a través de él. Después de millones de años solo en el Monte Lamaintula, tuvo una visión aterradora
a través de su orbe. Algo terrible iba a ocurrir en un futuro próximo. Sabía que tenía que hacer algo para preservar el estado
de las cosas. Por eso decidió finalmente utilizar el poder del orbe para crear a los otros dioses que le ayudarían a gobernar
el planeta y su futuro. Cada uno de ellos fue creado con su propio propósito y poder, pero todos eran extremadamente
poderosos.
DEMANTUR, DIOS DE DIAMANTE:
Demantur, el Dios de Diamante, es uno de los dioses creados dentro del Monte Lamaintula utilizando el poder del Orbe Galáctico.
Su cuerpo estaba formado enteramente por diamante puro. Su espada, 'Gobl's Edge', convertía todo lo que tocaba en diamante,
perforándolo y haciéndolo estallar en mil cristales. Era un golem robusto, pesado e irrompible. Demantur creó grandes mazmorras
de diamante, donde vivirían los gólems, protegidos por muros abismales y torres que sellaban el territorio de los gólems.
Ningún golem se atrevía a mirarle a los ojos, ya que se decía que su cuerpo se convertiría en un sólido bloque de diamante
para siempre.
LEVIATON, DIOS GRAVITACIONAL:
Todo su cuerpo estaba compuesto por las rocas gravitacionales que rodeaban el planeta de Giblatön. El campo gravitatorio que posee
este Dios le permite reconstruir su cuerpo en cualquier circunstancia. Podía aumentar su tamaño atrayendo rocas y podía expulsarlas
fuera de su cuerpo si necesitaba reducirlo. Nadie se atreve a acercarse a él, se puede sentir su enorme poder gravitatorio desde
grandes distancias. Si te acercas a Leviaton, probablemente acabarás separado en un millón de pedazos.
KHAOS, DIOS DE FUEGO:
Khaos fue creado a partir de rocas de las Ascuas Eternas sumergidas bajo la lava del Monte Lamaintula. Todo su cuerpo estaba
envuelto en una llama que nunca se extinguiría, y ardía a temperaturas que ningún otro gólem podía soportar. Era el encargado
de vigilar el acceso al Monte, donde se reunían los dioses. Si se despertaba su ira, con su enorme hacha de acero Golemita,
abría enormes brechas en el suelo.
NYGHTUM, DIOS DEL CIELO:
Fuertes fuerzas eléctricas y gases tóxicos forman su cuerpo, dotándolo del poder suficiente para cambiar la meteorología de
Giblatön. Como Dios de los Cielos, Nyghtum es capaz de transformarse físicamente en el cielo y en el propio clima, llegando
incluso a ser masivo en su tamaño físico. Ser inmune a toda forma de daño físico le hace casi invencible. También es muy rudo.
ROOTON, DIOS DE LA NATURALEZA:
Rooton es el dios encargado de crear y proteger la flora y la fauna de Giblatön. Está formado por ramas de árboles milenarios.
Su cuerpo sirve de hogar para las diversas criaturas presentes en el planeta de los Golems. Con el Bastón de la Vida, es capaz
de cambiar el entorno, volver a dar vida a la flora muerta y, cuando se vuelve loco, incluso drenar los espíritus de los demás.
Es el más grande en tamaño de todos los Dioses, no le gusta hablar mucho y te enjaulará en un muro de gruesas ramas y pinchos para
siempre si te atreves a molestarle.
G7-XSOL, DIOS DE OTRO MUNDO:
Una bola de fuego impactó a gran velocidad contra Giblatön hace muchos, muchos años. Era una enorme nave espacial de otro universo.
Esta gran nave estaba construida con materiales galácticos que parecían tener cualidades especiales y una dureza increíble. Sólo el
Dios Creador pudo observar este acontecimiento, y en su búsqueda por crear otros dioses, decidió utilizar los restos de esta gran
nave para dar vida al séptimo Dios. G-7 XSOL era un golem mecanizado, diferente a todos los demás. Tiene propulsores por
todo su cuerpo que le permiten desplazarse por el aire a grandes velocidades. Sus sistemas hidráulicos alimentados con
material radiactivo le permitían transportar grandes pesos y volar sin ninguna dificultad, además es muy difícil de dañar,
su armadura es extremadamente resistente. Un golem mecánico de otro universo. Curioso, ¿no?
GOLOWAR, DIOS DE ATAQUE:
Dentro de este Dios sólo hay guerra. Ha nacido para la batalla. La enorme espada que sostiene no sólo sirve para rebanar
el cuello de sus enemigos, sino que le da un implacable instinto de guerra. Golowar tiene una velocidad sobrenatural que
le permite moverse con rapidez y fuerza, es mucho más ágil que cualquier otro. La fuerza que le da su espada le convierte
en una máquina de matar. Es un maestro del combate cuerpo a cuerpo. Le encanta aniquilar, destruir, la ira forma parte de él.
No importa lo que se ponga delante de él, puede acabar con su vida al instante. Es el poseedor del Poder Aniquilador.
TARBLOK, DIOS DE DEFENSA:
Este dios tiene facultades especiales para proteger a Giblatön, fue creado para ello. Su gigantesco tamaño lo convierte en
un muro que nadie puede superar. Es pesado y se mueve con pasos firmes, sus movimientos son lentos pero contundentes,
es prácticamente imposible sorprenderlo. En su mano derecha, maneja un gran escudo de acero de golem. En su mano izquierda,
amenaza con el Mazo de Blok. Con esta temible combinación, por cada golpe que recibe, más duro se vuelve. Nadie se atreve a
enfrentarse a él, es muy duro. Es el poseedor de la Defensa Inquebrantable.
TSATSAKO, DIOS DE ESTRATEGIA:
Las ondas psíquicas que fluyen a través de la Esfera del Más Allá que posee le dan a este Dios un control total sobre la
mente. La Inteligencia Suprema que posee le permite ir mucho más allá que todos los demás gólems. Tiene poderes extrasensoriales
que le permiten detectar la posición de cada elemento que se mueve en el planeta. Sus poderes le convierten en un arma
perfecta para organizar un buen ataque y plantear una sólida defensa. Conoce todos los movimientos posibles, las ventajas
de cada arma y los puntos fuertes de todos los escudos. Es el estratega perfecto. Es el poseedor de la Inteligencia Suprema.
8888 GOLEMS: NUEVA ERA
Ocho soles, ocho lunas, ocho runas y diez dioses originarios… el germen del ejército de Golems que poblaría Giblatön había
nacido y como si de un potente horno se tratase el gran volcán de Lamaintula rugía con más fuerza que nunca. Tarblok, Golowar
y Tsatsako, los tres dioses de la guerra inyectaban su poder de creación en él y el Dios de dioses, Giblon se preparaba para
comenzar a forjar a sus guerreros.
Nacidos de las entrañas de la tierra, mezcla de minerales, roca y elementos dispares los Golems fueron emergiendo. Portador
cada uno de ellos de uno de los atributos de sus creadores. Fue una labor extenuante pero los nacidos para la batalla ya
estaban fuera, 8888 Golems poblaban ahora Giblatön, las criaturas más poderosas y rudas del universo y desde luego aquel
planeta nunca volvería a ser el mismo. Por primera vez, todo gritaron al son de ¡GRRRR!
ORBES DE PODER
“El momento ha llegado”, gritó Giblon mientras alzaba su orbe. Los tres Dioses de la Guerra lo miraron hipnóticos. El orbe de
la creación tenía una luz brillante, viva, una luz que parecía crecer a cada instante. Los tres dioses de la guerra empezaron
a invocar sus poderes mientras alzaban su mirada al cielo “Orbe de la creación! Eterna esencia del infinito, manifiesta tu
poder, tu magia, para que la fuerza de estos tres Dioses forjen las orbes de la Guerra”. Giblon recitaba estas palabras
poseído. Como si fuese un gran rayo en la más monstruosa de las tormentas un continuo chorro de luz descendió del cielo hasta
ser absorbido por la ahora incandescente orbe, los tres dioses levantaron sus manos...
El poder desatado en lo alto del Monte Lamaintula era enorme, hacía mucho, mucho tiempo que no se veía nada parecido.
Una explosión de luz anunció el éxito de aquella ceremonia, una luz poderosa y brillante como la del mismo sol, y después
llegó la oscuridad, el silencio. Los cuatro golems empezaron a recuperar el aliento, aquel ritual, por un momento, había
consumido toda su energía. Los tres dioses de la guerra bajaron sus brazos cobijando cada uno de ellos una luz, una mágica
y centelleante esencia, un orbe de orbes. Giblon estaba satisfecho, Giblatön estaba ahora preparado para acometer la más
feroces de las guerras.
PODER ANIQUILADOR:
Golowar empezó a descender Lamaintula mientras la multitud de Golems lo miraban desde abajo, sus manos brillaban iluminadas
por el orbe recién creado y la poderosa esencia parecía ya empezar a buscar a los elegidos. En unos instantes solo algunos
privilegiados serían poseedores del Orbe del Poder Aniquilador, un poder deseado por cualquier guerrero que lo haría más
feroz, más rápido y mucho más mortal en la batalla. Golowar terminó su descenso, alzó el orbe y gritó: “Guerreros,
¡aquí está la esencia del ataque, del poder aniquilador! Que los orbes sean entregados a sus legítimos poseedores”
Como mecido por la brisa el orbe se elevó escapando de las manos de Golowar y aumentando su luz se situó encima de los miles
de Golems que lo miraban perplejos. Un estruendo se escuchó y la luz se quebró en cientos de fragmentos que como flechas de
fuego impactaron en los Golems elegidos. La suerte estaba echada…
DEFENSA INQUEBRANTABLE:
Tarblok descendía Lamaintula observando el espectáculo, los orbes del Poder Aniquilador habían sido entregados y el bullicio
era ensordecedor, la euforia de los elegidos era aun más sonora y el aura que ahora los rodeaba destacaba sobre el resto de
Golems. Situándose junto a Golowar, Tarblok levantó su Orbe mientras su luz se intensificaba, en ese momento la multitud
guardó silencio, un silencio absoluto. “Golems! GRRRR! Aquí tenéis la esencia de la Defensa, el orbe de la Defensa
Inquebrantable! Honrados seréis por vuestra virtud y en una infranqueable fortaleza os convertiréis. Abandona mis manos
y busca a los elegidos! GRRR!”. El brillo del Orbe, que ya flotaba mágicamente, se intensificó, esta vez no hubo ningun
sonido ensordecedor, ni estruendo, solo silencio, silencio y luz, una luz cegadora y brillante como el mismo sol que
solo se disipó penetrando en cada uno de los Golems que ahora portaban el segundo gran poder. Ya solo faltaba uno…
INTELIGENCIA SUPREMA:
Tsatsako era un Dios diferente, anticiparse a los demás era su seña de identidad, descifrar la fórmula espacio-tiempo que
otorgara la ventaja frente a su enemigo su razón de ser. “Inesperado” era un adjetivo que lo definía a la perfección y
esta vez no sería diferente. Cuando los Golems empezaron a calmarse después de la entrega del segundo orbe, empezaron a
intentar atisbar al Dios, todos se esforzaban en adivinar la posición de Tsatsako en su descenso por la colina, la luz
de su orbe, pero nadie vio nada. Golowar y Tarblok se miraban con sorpresa. ¿Dónde estaba?.
“Buscad la sombra en la oscuridad! Brillad en la intensidad de la luz!” Tsatsako gritó y todos los Golems se giraron, el Dios
se había situado sigilosamente en la retaguardia de toda la multitud. “Convertid la sorpresa en virtud”, continuó, mientras
alzaba su apagado orbe que comenzó a brillar con intensidad. “Aquí esta el Orbe de la Suprema Inteligencia, aquel que os
mostrara el camino de la victoria antes de comenzar la batalla, aquel que guiará al ejército más temido, aquel que solo
recibirán los merecedores de su poder…”. De repente el orbe se apagó y, como una manada de astutos lobos, se disgregó
moviéndose entre la multitud como una sombra silenciosa, sesgada y veloz. Finalmente alcanzó a los elegidos y estos
resplandecieron. Giblon, desde lo alto de Lamaintula, disfrutaba el momento y se regocijaba de lo que sus ojos veían,
los tres Orbes habían sido entregados y la multitud de Golems que ahora lo aclamaba sin duda se había convertido en el
ejército más temido de cuantos poblaban la galaxia, la pregunta ahora era: ¿Sería suficiente?.